Bajó al garaje por primera vez desde hacía meses. Era un encargo complicado, pero se esmeró al desmontar casi la mitad de las piezas. Sustituyó las estropeadas y lo volvió a montar todo sin mirar unos planos que no necesitaba.
Dio un paso atrás y contempló su obra: el molinillo de café estaba como nuevo. Se sintió útil una vez más, como en los tiempos en los que era mecánico de una factoría importante antes de ser sustituido por una máquina que lo hacía todo más rápido y más barato; antes de que se llevaran la fábrica a otro país.
Si bien el progreso nos permite estar en contacto aunque estemos a cientos de kilómetros de distancia, a este señor lo ha dejado sin trabajo. El valor de algo tan sencillo como arreglar un molinillo de café no es algo cuantificable. Forma parte del corazón.
Un abrazo.
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El valor de algo tan sencillo como arreglar un molinillo de café no es algo cuantificable. Forma parte del corazón.
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Si bien el progreso permite que estemos en contacto aunque vivamos a cientos de kilómetros de distancia, a este señor lo ha dejado sin trabajo. El valor de algo tan sencillo como arreglar un molinillo de café no es cuantificable. Forma parte del corazón.
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Nos guste o no, es imposible detener el progreso aunque en ocasiones parezca una regresión. Lo único que nos cabe es tratar de no olvidar ese corazón que es más que un órgano y que nos hace humanos.
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