Bajó al garaje por primera vez desde hacía meses. Era un encargo complicado, pero se esmeró al desmontar casi la mitad de las piezas. Sustituyó las estropeadas y lo volvió a montar todo sin mirar unos planos que no necesitaba. Sigue leyendo
netwriters
Pequeños Gigantes
Ya tengo en mis manos los ejemplares de Pequeños gigantes, que de la mano del sello Netwriters, recoge los trabajos de trece autores participantes en el evento quincenal Gigantes de Liliput de microrrelato en la red social Netwriters. Ha sido todo un honor formar parte de este grupo.
Puedes leer más en el blog de Atlantis, de la mano de su antóloga Carmen Fabre.
Tengo aún algunos en mi poder, te los puedo hacer llegar (escríbeme a ultralas@gmail.com) o puedes pedirlo directamente en tu librería habitual. Si lo tuyo es pedirlo por Internet, aquí tienes el enlace directo al catálogo de la editorial. No te arrepentirás.
Feng Shui
Surcos
Tablas de pino
Oculto entre palmeras
Bajo el sol del Trópico
Benevolencia (Extracto de “La verdadera historia de Oz”)
«Adelante», dijo el mago y el hombre de hojalata le respondió: «He venido a por mi corazón».
«Muy bien, pero no haré un agujero en tu pecho metálico para colocarlo; se me ocurre una cosa mejor», repuso meditabundo el mago mientras de una mesita cercana tomaba un cofre. Lo abrió para ofrecérselo al hombre de hojalata. «¿Será un corazón bondadoso?», preguntó este con algunas dudas. «La elección es solo tuya», fue su respuesta.
Así fue cómo consiguió un corazón de oro el antiguo leñador, maldito por la bruja malvada del Oeste, de una entresaca de huevos de chocolate, envueltos en bonitos papeles de colores brillantes.
Freak Show
El lago de los cisnes
—Mamuchka, me han elegido como Primera Bailarina. Seré la protagonista de El lago de los Cisnes.
—Qué bien, hija, pero, ¿qué ha sido de la Svenskaya?
Hubo un destello de duda antes de contestar con indiferencia:
—Un pequeño accidente, mamuchka. En los escalones de la academia… El Bolshoi… —añadió girando sobre sí misma—. Seré el Cisne Negro, voy a triunfar.
Ni las luces, ni las bambalinas, ni el público entregado, pudieron evitar que el Cisne Negro, envuelto en el plumaje de su propia mezquindad, se transformara en un Patito Feo.