El año editorial, por llamarlo de alguna forma, se revela antes del verano. Durante el invierno, los autores también presentan libros y quizá con la mente puesta en esta época primaveral en la que florecen las casetas. Para los autores consagrados, es tiempo de posar, pero aún es más importante para los que nadamos en las procelosas aguas de no alcanzar los escaparates.
Lo confieso, me encanta. El contacto con lectores a los que no conoces de nada hasta ese momento, escucharlos y tomar nota mental para proyectos futuros no tiene precio. Me he sentido a gusto en la carpa de la feria del libro del barrio de La Peña de Bilbao, donde he conocido a las integrantes del taller de micro relatos, a pesar de las inclemencias metereológicas. Y he jugado en casa, en mi barrio de Romo, en las «cuqui-casetas» de la feria del libro de Getxo, ante la imponente nueva biblioteca y su fachada oxidada a la moda.
Me esperan nuevas citas y, sobre todo, una nueva novela que aparecerá para este verano. No me quito el buzo de trabajo, pero es que me gusta tanto…