En la pista central del circo, Augusto y Tontaina llevaban diez minutos de bofetadas para regocijo del público. Mayores y niños se palmeaban los muslos y dejaban caer ríos de palomitas grasientas. El maquillaje de Tontaina era un borrón de blancos y rojos, con churretes de rímel de puta barata. Fuera de sí, incapaz de soportar tanta humillación, lanzó un gancho de izquierda que tiró a su compañero sobre la lona. No hubo tiempo para más, el payaso derribado extrajo una pistola de esas de un solo tiro de su chaqueta de lentejuelas y a Tontaina se le desparramaron los sesos en vivo y en directo.
Sin demora, por encima del estruendo de la ovación, el director sacó el móvil para pedir una pareja nueva de payasos a la empresa de trabajo temporal.
Eh! Te has adelantado, jajaja. Yo todavía estoy en ello. ¡Muy bueno!
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Pues no sé por qué, al leer tu micro, he pensado en los políticos de este país. Lo malo es que más de uno no sirve ni para payaso. También se me ocurre que, en telediarios y programas del corazón, el público pide cada vez más derramamiento de sangre. Y yo añorando «Lo que necesitas es amor» de Jesús Puente.
Un abrazo.
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Creo que hemos pensado en lo mismo, querido lobo. Nuestra sociedad no evoluciona a mejor, si acaso da vueltas sobre los mismos modelos obsoletos.
Un abrazo.
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