Ese perturbador soniquete nocturno

20160808_172302.jpg

Solo la intervención de Sor Carmela consiguió que Inés accediera a compartir temporalmente su dormitorio de la residencia para mayores, insistiendo en la virtud de la caridad. «Pago para dormir sola, madre», le había dicho antes de claudicar en el confesionario. Desde el primer día, tuvo que soportar la molesta costumbre de Amalia de acostarse con un transistor pegado a la oreja escuchando los resultados deportivos, ese runrún insidioso que le impedía pegar ojo hasta que lo apagaba con un «buenas noches, Inés». «Pero, ¿le gusta el fútbol, Amalia?», le preguntó cuando no pudo más, incapaz de guardarse la cuestión por mucho que se lo hubiera prometido a su confesora. «Si todavía escuchase las noticias o la novela, podría comprenderlo…». La respuesta le llegó en un tímido susurro desde el otro lado de la habitación: «Es como volver a tener al Jacinto pegadito a mí»; después, la conversación fluyó hasta que una de las dos, cualquiera de ellas, se quedó dormida la primera.

Al día siguiente, la coordinadora le anunció que para el lunes volvería a estar sola. «De ninguna manera, Amalia se queda conmigo… Se lo prometí a Sor Carmela».

Anuncio publicitario

2 comentarios en “Ese perturbador soniquete nocturno

  1. Hay algo en este microrrelato que descubrí recientemente leyendo «Arrugas», el aclamado cómic de Paco Roca. Por mucho que nos empeñemos en negarlo, necesitamos a alguien con quien compartir nuestros días. La vida de pareja o la amistad son como ese runrún insidioso del transistor. Sin ellos falta algo.

    Un abrazo.

    Me gusta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s