Una eternidad más tarde, se descalza en el felpudo y se cuela a oscuras, como siempre, para no despertarlos. Un vaso de leche apenas templada en el microondas antes de que suene la campanilla y a la cama sin pijama, que nunca lo encuentra a tientas.
Sofía duerme en paz con el rostro vuelto hacia el lado donde se acuesta Héctor, como si anhelara un beso. Ese sosiego que confirma en Héctor la certeza de que hace lo correcto. En cuanto apoya la cabeza en la almohada, exhausto, inicia un sereno ronquido de abandono sin notar que su esposa lo contempla a través de una rendija inadvertida de sus párpados, como hace todas las noches desde hace meses. Su Héctor, que jamás discute una orden y que apechuga siempre con lo peor. Lo ama demasiado para reprocharle sus ausencias a la salida del cole o que no pueda ayudarla con los deberes de Junior; para echarle en cara que haga sola la compra de la semana; que no haya abrazos en sus brazos para ella; que la pasión se haya diluido en el lento discurrir del agotamiento rutinario. Ojalá pudiera ella mostrar la misma abnegación sin queja, su capacidad de sacrificio silencioso. No le llega a la suela de los zapatos, en comparación, aunque es un pensamiento que se guarda para sí misma.
Junior de mayor quiere llamarse como su padre. Se ha despertado al escuchar el tropezón sigiloso de Héctor al entrar en su cuarto y trastabillar con uno de los cochecitos que, una vez más, no ha tenido tiempo de terminar de recoger. Se hace el dormido y deja que papá se vaya a dormir, aunque lo que le gustaría es contarle lo que ha hecho en el día y, sobre todo, a lo que ha jugado por la tarde después de los deberes. Era una persecución superchula, en la que los malos huían a toda caña, doce coches por lo menos, y al final a todos los atrapaba un solitario coche patrulla, el más rutilante de la colección, ese a cuyo volante se aferra, a diario, Héctor Hernandez Siguenza, su padre, que protagoniza todas las hazañas sobre el asfalto de su moqueta de rayas.
La abnegación no es para que sea más feliz la familia, sino para que no le falten bienes materiales, a cambio de eso, está perdiendo los momentos felices con su mujer y su hijo.
Besos y abrazos.
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La abnegación no es para que sea más feliz la familia, sino para que no le falten bienes materiales, a cambio de eso, está perdiendo los momentos felices con su mujer y su hijo.
Besos y abrazos.
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Abnegación es una parabra que aprendí con «La tía Tula» y comprendí con el ir y venir de muchos padres. Es cierto que la abnegación nos ennoblece ante la mirada de los niños, pero en exceso, nos convierte en autómatas a los que se echa de menos, tal y como le sucede a Junior.
Excelente homenaje.
Un abrazo.
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Abnegación es una parabra que aprendí con «La tía Tula» y comprendí con el ir y venir de muchos padres. Es cierto que la abnegación nos ennoblece ante la mirada de los niños, pero en exceso, nos convierte en autómatas a los que se echa de menos, tal y como le sucede a Junior.
Excelente homenaje.
Un abrazo.
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Es complicado el equilibrio entre la felicidad y el bienestar. Es difícil ser feliz si no llegas a fin de mes o no puedes dar de comer a tus hijos. Pero estoy de acuerdo contigo, a veces nos ciega el ansia material frente a tesoros como el amor, el cariño, la compañía, la familia…
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Es complicado el equilibrio entre la felicidad y el bienestar. Es difícil ser feliz si no llegas a fin de mes o no puedes dar de comer a tus hijos. Pero estoy de acuerdo contigo, a veces nos ciega el ansia material frente a tesoros como el amor, el cariño, la compañía, la familia…
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He logrado, pues, uno de los objetivos al escribir el relato. Reflexionamos sobre las necesidades reales y las autoimpuestas que, en muchos casos, nos impiden alcanzar la verdadera felicidad, la que los bienes materiales no proporcionan.
Un beso.
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He logrado, pues, uno de los objetivos al escribir el relato. Reflexionamos sobre las necesidades reales y las autoimpuestas que, en muchos casos, nos impiden alcanzar la verdadera felicidad, la que los bienes materiales no proporcionan.
Un beso.
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Un relato cotidiano en el que, por fin, no hay matrimonios rotos o en vías de separación. Para que luego digan que solo lo trágico da para escribir.
Un abrazo.
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Un relato cotidiano en el que, por fin, no hay matrimonios rotos o en vías de separación. Para que luego digan que solo lo trágico da para escribir.
Un abrazo.
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Las tragedias del día a día, la incomunicación, la absorción por el trabajo, no son espectaculares como un asesinato o una ruptura, pero pueden dar mucho juego, porque todos nos podemos ver reflejados en ellas.
Gracias por tu visita, querido José Antonio.
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Las tragedias del día a día, la incomunicación, la absorción por el trabajo, no son espectaculares como un asesinato o una ruptura, pero pueden dar mucho juego, porque todos nos podemos ver reflejados en ellas.
Gracias por tu visita, querido José Antonio.
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Me ha encantado la naturalidad y pasión en que pones cuando describes momentos de tu mente
Gracias por compartirlos
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Me ha encantado la naturalidad y pasión en que pones cuando describes momentos de tu mente
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Muchas gracias por tu visita y bienvenida seas a estas ya tus ramas. Ojalá pudiera expresarme, como tú haces, a través de versos y veredas, pero hago lo que puedo desde una prosa humilde. Un beso.
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Muchas gracias por tu visita y bienvenida seas a estas ya tus ramas. Ojalá pudiera expresarme, como tú haces, a través de versos y veredas, pero hago lo que puedo desde una prosa humilde. Un beso.
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